Recorrer los páramos de Leng no es tarea fácil. El frío os lacera la piel, y el cortante viento os azota la cara. Incluso si no encontráis ningún monstruo sin nombre, la propia tierra podría cobrarse vuestra vida. Intentáis manteneros calientes a toda cosa, pero en la desolación helada no hay refugio alguno. Agotados, os desplomáis en un ventisquero cercano. Para sorpresa vuestra, notáis una dura piedra que se os clava en las costillas. El dolor os saca de vuestro agotamiento, y apartáis la nieve para examinar lo que hay oculto. Acabáis por descubrir un extraño ídolo de piedra con forma de criatura con cuernos que brilla y vibra con una tenue energía. A lo lejos, oís una losa de piedra que se desplaza en la nieve.