Con un esfuerzo hercúleo, prácticamente gateas desde el último escalón hasta el pináculo de la torre. Unas retorcidas nubes de color violeta y carmesí chocan en un cielo multidimensional, portales infinitos a mundos infinitos, todos ignorantes y ciegos ante el hecho de que existen para ser cosechados. Contemplas el mundo de los seres del exterior con una mezcla de asombro y piedad, y miras las ruinas de innumerables mundos que han recolectado, tirado y olvidado, perdidas en el tiempo. Es un vertedero de proporciones cósmicas. En el centro está tu enemigo, el que ha orquestado el borrado de la humanidad. Su cuerpo ya apenas se parece al hombre de los guantes rojos. Sin un rostro humano que llevar puesto, su mirada está vacía y su expresión es indescifrable.