Cuando os apartáis para evitar un tentáculo que intenta agarraros, dos más se enroscan en vuestras piernas y cuello. La ruidosa monstruosidad surge bajo vuestros pies, resbaladiza de icor, y abre sus tremendas fauces. Os debatís salvajemente y arrancáis el tejido musgoso que acumula en torno a los tentáculos que os sujetan. El repentino movimiento de un brote plateado atrae la atención de la criatura y os suelta para seguir a su nueva presa. Corréis de vuelta a la orilla y os desplomáis al borde del camino.